De manera general, existe una evidencia constatada acerca de la importancia y el valor de reforzar positivamente a través de expresiones, gestos, actitudes, etc., los méritos o cualidades de los más pequeños.
En este sentido, los elogios motivan a los menores y potencian su autoestima, sintiendo que sus padres lo reconocen y valoran, contribuyendo esto al desarrollo de la confianza y seguridad en sí mismos. Este aprendizaje será fundamental para poder afrontar adecuadamente los retos que se le presenten a lo largo de su vida, disminuyendo el miedo a probar cosas nuevas. Además, los elogios generan hábitos en los menores, que les servirán para interactuar o relacionarse con otros niños y niñas de su misma edad, expresando con más facilidad aquello que les aqueje, elaborando y fortaleciendo así lazos de amistad con más seguridad.
Sin embargo, es importante saber elogiar a los niños y niñas, de forma que ello no genere efectos contraproducentes en el desarrollo del menor. Estas son algunas de las orientaciones encaminadas a optimizar un uso adecuado de los elogios:
- Ser claros en el elogio, de manera que sean empleados de forma contundente y así los menores sepan qué es lo que han hecho bien. En el caso contrario, generaríamos confusión en el niño o niña. Por ejemplo: es mejor decir “estoy alegre porque hoy has hecho las tareas” a decir que “estoy feliz porque hoy te has portado bien”.
- Elogiar el proceso y no a la persona, atendiendo en mayor medida al esfuerzo y el acercamiento al objetivo que al resultado. En este sentido, se trata de observar y comentar, más que alabar. Por ejemplo: “¡Has terminado de hacer los deberes!”. De esta forma, cuando el menor no logre algo, evitaremos los reproches o juicios sobre lo que observamos y le animaremos a seguir intentándolo y a sentirse orgulloso de sus propios logros.
- Los elogios deben realizarse por hechos inmediatos. Es importante elogiar a los menores en el momento inmediato posterior tras la realización de la conducta adecuada. Si bien, debe señalarse que los niños y niñas desarrollan tolerancia a las alabanzas, es decir, requieren dosis cada vez mayores, de forma que tan pronto como se prescinde de ellas, pueden perder el interés en su actividad. En definitiva, como dijimos al principio, no debemos olvidar que nuestra atención tiene que ir dirigida en mayor medida al proceso de aprendizaje, de forma que los menores vayan interiorizando el gusto por realizar la propia conducta más que al reconocimiento explícito de la misma.
- Los elogios han de ser creíbles para los niños y niñas, de forma que éstos perciban que nuestra valoración es real y no supone un intento de hacerles sentir bien. En este sentido, es importante tratar de no elogiar todo lo que hagan o bien de forma demasiado exagerada, ya que esto puede ser interpretado erróneamente incluso como que carecen de capacidad o necesitan un impulso adicional. En lugar de ello, elogiaremos aspectos específicos que supongan un reto para ellos.
- Los elogios deben ser apropiados en intensidad y emociones. En relación a lo mencionado anteriormente, es importante que los elogios se expresen de forma acorde a la actitud del adulto. Así, deben ir acompañados por un sentimiento de entusiasmo y amor, y no como si se tratase de un trámite o con una actitud ambivalente o sarcástica, por ejemplo: “qué bien, hoy has recogido todos tus juguetes. Si pudieras hacer lo mismo todos los días”. Esto último sólo afectará negativamente a su seguridad y por tanto supondrá un perjuicio para el menor.
Julia Salado López
Psicóloga y Experta en intervención familiar sistémica. Nº colegiado AN-07251
Área de Orientación familiar. Centro Matices.